Lo lindo de la vida es que nunca un día es igual a otro, o por lo menos eso siento, además justifica la idea que pasa el tiempo, diferenciamos los días unos de otros y no caemos como el buen patriarca Buendía en un martes sin fin.
Lo irónico en todo esto es que es precisamente lo contrario lo que nos duele perder, lo que sabemos que estará después del martes, lo que seguirá ahí por todos los martes que pueda.
El detalle es que solo estará mientras pueda, cuando llegue el día de caducidad se tiene que ir, y resulta que después del martes no tendrá nada más, lo pero es saber y vivir que cada vez cuesta más el terminar de decir martes, ahora que ves una M apenas trazada te das cuenta que no hay marcha atrás, que ese a lo mejor fue tu último martes.